julio 17, 2004
Había una vez...
Un balcón en la noche.
Un hombre afila su navaja junto al balcón. El hombre mira a través y ve...
Una nube veloz avanza hacia la luna llena.
Una cabeza de muchacha con los ojos muy abiertos. Hacia uno de los ojos avanza el acero de una navaja.
La veloz nube pasa ahora delante de la luna.
El acero de la navaja atraviesa el ojo de la joves y lo desgarra.
(Luis Buñuel y Salvador Dalí)
Si las puertas de la percepción
Quedaran depuradas,
Todo se habría de mostrar al hombre
Tal cual es: infinito.
(William Blake)
Te convido el caramelito de la esperanza sintetizada en 2 horas de lisérgica estadía,
por donde Alicia perdió su conejo y nosotros encontramos ese aparato antediluviano apodado radio.
Es un caramelito
ácido
y
ha sido la ebriedad que da la derrota,
esa euforia que revienta la conciencia y nos sumerge en al otro lado de la razón.
Tomá, agarralo, saborealo, dejalo que se diluya en tu boca,
¿sentís?
Comelo, digerilo, asimilalo...
Solo si me seguís obtendrás la dicha envasada
en organismos naturales
y
diseños industriales.
Ahí vienen conmigo: el shaman, el dealer, la pachamama, satanás, las brujas, Bayer, los demonios dionisíacos,
el hambre y la fiebre, la soledad y la orgía, el éxtasis y la agonía.
Desde algún país llamado radio,
Perdedores Lisérgicos,
al revés de vos,
invocando a santa psicodelia,
jueves de calesita,
22 horas y ningún minuto.
Perdedores Hermosos
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